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#Reseña: El sueño de mi desvelo · Antoni Daimiel

Nunca me he creído en la potestad de valorar muchas cosas. No porque no crea tener un criterio fiable y confiable, valga la dupla, sino porque hay otros tantos que saben mucho más que yo. La vida del aprendiz es así. Más si cabe si ahondamos en el mundo deportivo que es lo que me ha traído por estos lares. Así que con toda la humildad y sensatez posible garabatearé un poco el tema que me ha cuestionado y generado en mí muchas impresiones.


Hace unos días terminé de ver el documental de Netflix The last dance donde se recoge a lo largo de diez capítulos la época dorada de uno de los mitos más grandes del deporte mundial: Michael Jordan y los Bulls de la década de los 90.

Por supuesto que todos los amantes del mundo de la canasta le robamos horas de sueño cuando la NBA se coló en nuestras casas de la mano de Andrés Montes y Antoni Daimiel en Canal+. Se abría una puerta completamente nueva y un escenario que nos enamoró a muchos delante de la pequeña pantalla.

Y es aquí donde quiero ahondar. A pesar de que pase de soslayo por un documental que nos ha abierto las puertas a la última temporada del Dios del baloncesto en la franquicia de Chicago, lo que me trae aquí, por consiguiente y por efecto dominó, es la obra de una de las personas que considero auténtico referente del mundo del baloncesto. Esos perfiles que debes seguir para conocer, aprender y profundizar en el mundo de la canasta y uno de los periodistas que esta campaña 19/20 hace sus bodas de plata como comentarista de la mejor liga del mundo.

Hablo de la obra El sueño de mi desvelo, de Antoni Daimiel. Publicada allá por el año 2013 se trata de una de esas obras cumbres que todo amante del baloncesto debe releer cada cierto tiempo. Un libro de consulta, de mesilla de noche o de religión baloncestística. De lo mismo. Momentos y posibilidades habría para una segunda parte después de todo lo que ha llovido con los campeonatos de los Golden State Warriors con un Setphen Curry coronado como MVP de la temporada 14/15 o el campeonato de los Cleveland un año después con Lebron James catapultado al MVP de las series finales y dándole a la franquicia de los Cavs su primer título en la historia de la competición.


Sin embargo, abordar esta obra es abrir una pequeña ventana al concepto vintage que tan de moda está hoy día y revivir aquellas retransmisiones que han sido base y cimiento de todo lo posterior. El concepto de las modas y el paso del tiempo para cada una de ellas en los ochenta, noventa y el inicio del siglo XXI.

Una cápsula del tiempo que permite revivir el quinteto de ensueño de los Bulls de Jordan acompañado de Pippien, Rodman Kukoc o Keer. El primer three-peat de los años 91-93 y la consecución de un segundo entre los años 96-98 que dejó latente el potencial de una franquicia que en los años ochenta no era capaz de atisbar sus años dorados.


La historia de la NBA está ahí, disponible para que cualquiera con cierto interés pueda zambullirse en ella. Lo que hace especial dicho libro, desde mi punto de vista particular, estriba en dos aspectos fundamentales: uno es el conocimiento, el despliegue de periodismo puro y duro que destila Daimiel desde sus inicios haciendo un análisis pormenorizado, detallado, ajustado y limpio. Y por otro, y este lo agradezco enormemente como amante de la literatura, es el propio estilo y la agilidad narrativa.


Por supuesto que no es un texto novelado, pero su lectura se torna como si de una noche con amigos que cuentan batallitas de sus épocas colegiales y universitarias se tratara. Es ese flow tan característico de la NBA el que se plasma en sus percepciones, en sus análisis y en su redacción para aunar deporte y literatura. Es también el relato amigo de quien comparte las mayores anécdotas habidas y por haber en un momento en el que América y su baloncesto quedaban lejos. Fueron pioneros en traernos a nuestras casas un espectáculo nuevo.


La obra comienza con un prólogo de Marc Gasol que bien podría definir a una generación que creció a hurtadillas de nuestros padres para ver algunos partidos de madrugada. Una persona de la talla de Marc que se refleja como ese niño que terminó deslumbrado por el exhibicionismo, los altos vuelos y las combinaciones imposibles de los jugadores de los noventa.


De la primera gran estrella a nivel mundial como bien analiza Daimiel en la concepción de Jordan. Separarse de los focos y lo evidente para escudriñar y casi psicoanalizar lo que significó Michael en el boom del baloncesto de entonces. El ecosistema que se generó a su alrededor y todo lo que ello conllevaría posteriormente. Claro está, sin Internet, ni redes sociales ni nada parecido.


Me quedo, precisamente, con un fragmento en el que él describe la trascendencia de una figura como la de Jordan en el mundo del deporte, ya no solo del baloncesto, sino a nivel mundial:

“Hablar de Jordan significa tratar el caso del primer deportista global de la historia. Antes que él hubo otros grandiosos iconos en el intento, como Jesse Owen, Carl Lewis, Pelé, Borg o Muhammad Ali, pero ninguno encontró campo para irrumpir y expandir su legado como lo hizo Jordan en una época en la que las comunicaciones encontraron un atajo por el que colarse en la vida cotidiana de la mayor parte del planeta”.

No hay más preguntas, señoría.


Esta parte casi filosófica contrasta sustancialmente con los tejemanejes y el trabajo periodístico que por aquel entonces se debía desplegar y que coincidió con una de las mejores anécdotas de la primera final NBA que retransmitieron en suelo americano, concretamente en Chicago. Mencionar solamente la palabra maletín será suficiente para aquellos que se han imbuido en sus páginas. Simplemente sublime. Showtime dentro y fuera de la pista.


Los devenires de la competición se suceden en los siguientes capítulos que, de nuevo, demuestran el dominio soberbio que tiene Antoni de todo lo relativo a la NBA. El famoso lockout del 98-99 que dejó una temporada raquítica con 50 partidos (frente a los 82 habituales) y sin el All Star y cómo aquello fue un punto de inflexión en la competición por excelencia.

La capacidad de Daimiel para exprimir, relatar y contrastar los entresijos de lo sucedido, vivido en primera persona y compartido de una manera tan cercana es un nuevo viaje en el tiempo que nos sitúa prácticamente en el centro de la noticia.

Avanzar en sus páginas es enfundarse la elástica púrpura y oro y empezar a situar en un tablero de ajedrez nombres propios de las estrellas de la NBA… y la primera incursión de un jovencísimo Pau Gasol en el draft de 2001. Aquel 27 de junio, después de que los Lakers se proclamaran campeones de liga con un estratosférico Saquille O’Neal, los Atlanta Hawks eligieron en tercera posición al jugador de Sant Boi. Un intercambio con los entonces Vancouver Grizzlies con el jugador Shareef Abdul-Rahim haría que el mayor de los Gasol aterrizase finalmente en la franquicia de Memphis. Lo de rookie del año es otra historia (digna de ser analizada y ampliada. Una maravilla). 


Estos capítulos son, sin duda, portentosos. No sé muy bien si porque los viví con más intensidad en mi adolescencia (y, por ende, con más conciencia que los del siglo XX) o porque la pluma de Daimiel fluye como un cuchillo en la mantequilla y no puedes dejar de leer lo que hoy sería esa serie de éxito en Netflix y la vertiginosidad en la sucesión de episodios.


Y es un auténtico non stop. El auge y cumbre de los Lakers de Bryant y O’Neal, su correspondiente drama y el divorcio de una relación marcada por los egos y las individualidades en el trienio de 2003-2006 y las nuevas generaciones. Otros nuevos nombres propios que van conformando la historia viva de la NBA: LeBron James, Dwyane Wade, Carmelo Anthony o Crish Bosh entre otros. Aquel famoso draft de 2003 que inyectó oxígeno y regeneró una nueva camada de grandes estrellas.


Ahora bien, si existe un momento de inflexión en la historia del baloncesto español, ese es el momento en que Pau Gasol ficha por los Ángeles Lakers. Y la comparación que extrapola Daimiel sobre la situación que Kobe Bryant, en su intento por seguir atesorando campeonatos, le frustraba nos retrotrae a la Grecia clásica. A la más pura filosofía del telos y ergon de Aristóteles. Díganme ustedes en qué otro paraje puedes combinar a la mamba negra con uno de los padres de la filosofía occidental. De nuevo se evidencia esa capacidad tan simbiótica que Antoni demuestra en su forma de concebir el baloncesto, el espectáculo y la vida en general. Y así es como se fragua ese romance Bryant-Gasol que les dio a los angelinos los campeonatos de 2008-2009 y 2009-2010. El primer anillo para un jugador de español en toda la historia del baloncesto nacional.


Lo único que recuerdo de este momento fue un viaje relámpago desde Málaga a Madrid para hacer un examen de la universidad y volver de nuevo a unos campeonatos nacionales de baloncesto en los que entrenaba a un equipo de categorías inferiores. Quedamos quintos. Pero aquel reportaje de Marca fue una auténtica joya que compartí con mis chicos en una de esas charlas de hotel.

La sucesión del tramo final de libro vuelve a focalizarse en la figura de LeBron James. Y de nuevo, las estratagemas narrativas de Daimiel en su obra me sacan una nueva sonrisa. Esa “traición”, término con el que bautizó Dan Gilbert a la que había sido su estrella, solo podía estar a la altura de la de Benedict Arnold, considerado uno de los primeros grandes traidores de la historia de EE.UU. Mi desconocimiento sobre este hecho histórico fue gratamente ilustrado y, al tiempo, permitía al lector situarse en la trascendencia y calado del movimiento de Cleveland a Miami (recordemos que ese verano de 2010 LeBron había finalizado contrato con los Cavaliers y era agente libre). Muy recomendable, por cierto, la lectura de la historia de Arnold. Con ello luego se entienden otras muchas cosas derivadas de este final. Como, por ejemplo, los precios del merchandising de James a 17,41$. Señor Daimiel, me quito el sombrero ante este ejercicio maravilloso.

Después vendrían sus dos anillos con Miami (en 2012 y 2013) y su vuelta a los Clevelands. La vuelta del hijo pródigo que dio el primer anillo en la historia de la franquicia en 2016. Pero esto, como comentamos previamente en la crónica del libro, daría para una segunda ronda de literatura baloncestística. ¿Quién da más?


El cierre de la obra no puede tener mejor broche que el reconocimiento y despliegue de la escuadra española en la NBA. Otros nombres propios como Rudy Fernández, José Manuel Calderón, Marc Gasol, Juan Carlos Navarro o Ricky Rubio (así como otros tantos). De nuevo se pone la 8mm. en funcionamiento para retrotraernos a las imágenes clásicas y la evolución que el baloncesto español y europeo han tenido en el continente americano. Un homenaje a todos aquellos que vivieron el sueño americano y que tantas alegrías nos trajeron a nivel selección nacional.



A ello se suman otros epílogos muy recomendables y que vuelven a poner sobre la mesa la habilidad de un periodista con mayúsculas como es Antoni Daimiel. Un periodista que, a lo largo de su vida profesional ha demostrado la versatilidad en distintas áreas pero siempre como un estandarte del mundo del baloncesto.


Solo he podido sentirme muy agradecida por esta enciclopedia baloncestística de los últimos treinta años. La de costa a costa, la del show y el espectáculo y la de la burbuja de un Olimpo casi inalcanzable. Un Olimpo, por cierto, que también tiene sus talones de Aquiles y cuyo análisis daría para otro reportaje.


En este, anticipo mis disculpas por cualquier imprecisión o ubicación anacrónica porque, como digo, El sueño de mi desvelo es un diario personal convertido en un Vademecum deportivo.


Tengo claro que los desvelos y los sueños, una antítesis literaria tan bien enmarcada para bautizar un nuevo retoño, seguirán y darán para teclear y garabatear nuevas crónicas, anécdotas e historia de un deporte como el baloncesto.


Ya lo decía el gran Andrés Montes, a quien he descubierto de otra manera también en esta obra, y es que “la vida puede ser maravillosa”.


Gracias por una radiografía de este tipo.

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