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La cordura del loco. La locura de la cuerda.

Tordesillas, Año del Señor de 1522.


"Solo puedo rasgar este dolor que me atraviesa el alma, no sin antes derramar mis ultimas lágrimas, con el anhelo de la vida arrebatada. Del hálito asfixiado y dirimido por los hombres. Del calvario y la muerte en vida que soportan mis hombros. Porque no me queda más por vivir que la desdicha en este punto. Yo, engendradora de reyes. La que promulgó en alta voz el amor más arrebatado y tildado de loco. Porque bajo los designios de aquellas sentencias solo había miedo. Un miedo iracundo hacia una mujer, hacia una madre y hacia una reina. Porque mis entrañas gestaron al más grande emperador que diera la corona de Castilla.

Miedo a que de mis pechos brotaran los cambios de una realidad aletargada y preconcebida. Miedo a que la hembra dictara sentencia y el varón acatara sumisamente. Y miedo porque la realidad se dibujaba con rabiosa clarividencia. Porque, ¡ay de mí!, bajo la nebulosa de la codicia y la conspiración, que no hubo una cordura del loco, sino una locura de la cuerda. La única que supo amar al hombre, al hijo y al reino.

Recuerden este nombre: Juana. Juana de Castilla. La loca fue mi alma constreñida y arrestada. La loca fue la codicia del que estaba ciego de poder. La loca fue la lucha de mi corazón al caer en tierra yerma y predicar en un vasto desierto. No, a mí llámenme Juana.

Porque ahora estoy en lo cierto de que nunca atesoré tanta cordura como para pasar a la historia como una loca”.



Juana I de Castilla.





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